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Javier Corcuera, destacado cineasta peruano.

“También hay un Perú fuera del Perú que sigue siendo”

Javier Corcuera. Lima, 1967, laureado documentalista peruano. Entre sus películas se encuentran Sigo siendo, La espalda del mundo e Invierno en Bagdad. Vivió en España más de veinte años. Actualmente reside en Lima.

Publicado: 2013-11-17

Por Gabriela Wiener. Suplemento Domingo, La República (Perú). Los que hacen cine de no ficción saben que a veces pueden pasar semanas de rodaje en que nada vale para la película, que nada de lo que están filmando quedará. Pero un documentalista que se precie de serlo tiene que ser también un místico de la realidad. Javier Corcuera confía mucho en ella. “La realidad nunca te traiciona. Ahí aparece y te regala lo que nunca imaginaste”, dice. El tiempo juega a su favor y entonces cuando menos lo espera, aparece por fin ese pequeño momento de verdad y belleza con el que junto a otros pequeños momentos de verdad y belleza el director construye un documental. Paciencia que es recompensada con instantes como aquel en que una luz casi celestial bañó la escena en que Amelia cruza a remo la laguna de Yarinacocha o aquel otro momento en que la Gata Sabina cuenta con la garganta quebrada por los recuerdos cómo perdió la voz el día en que murió su compañera Valentina, recuerda. Porque nunca sabe qué va a pasar en el minuto 20, ni cómo va a acabar, Javier decidió un día que quería hacer cine de no ficción y esa decisión lo ha traído hasta aquí. Hace unos días hubo lleno total en el Instituto Nacional de Cine y colas para entrar al estreno en la sala de Casa de América de Madrid, gente que se quedó afuera, entradas vendidas hasta el miércoles de la semana que viene y listas de espera. Así ha estrenado Corcuera Sigo siendo (Kachkaniraqmi) en España, el país de su madre, al que se trasladó a los 19 años para estudiar cine y donde ha producido la mayor parte de sus trabajos. “Siempre he estado en un viaje de ida y vuelta”, declara el director y luego cita a César Vallejo: “Todo acto o voz genial viene del pueblo y va hacia él”. Porque este es un viaje desde lo más profundo del alma popular que llega hasta ella con la misma resonancia. 

En la película siempre hay alguien que se va y que vuelve. Acabas de estrenar en España una película intensamente peruana. ¿Cómo has vivido ese momento en el que, como los personajes de la película, traes tu violín y te pones a tocar en tu otro lugar?

Para mí es muy importante estrenar en España porque es el lugar donde desarrollé mi cine y también lo es por poder traerla al público de aquí y al público de la migración peruana; porque la película habla de eso, de la vuelta a la semilla, al lugar donde ellos nacieron, a las casas donde crecieron, a las tierras donde compusieron sus melodías; no es casual que se escuche la canción “Todos vuelven”…Como la película habla de los diferentes mundos que hay en el Perú, podemos hablar también de un Perú fuera del Perú que sigue siendo. El Perú es un país de varias naciones y una de ellas está fuera. Y por eso, también está en la película Sara Van, cantando a Chabuca, que con sus experiencias y nuevas influencias sigue manteniendo su identidad –y por eso canta como canta esa canción.

Hay que admitir que nuestra música puede ser a veces demasiado desgarradora, hasta nuestros instrumentos parecen llorar… como dice Amelia, la poeta shipiba, hay pájaros que cantan su alegría y otros su melancolía…

Porque hay de todo, somos un país diverso, pluricultural, con maneras distintas de entender la peruanidad y la vida. El mundo andino puede ser muy divertido y festivo. Al final de la película, Amelia hace una metáfora. Cuando dice “si no entiendes lo que cantan, crees que canta por cantar”, aunque parece que se refiere solo a los pájaros, en realidad se está dirigiendo a esa parte del país que aún niega esa otra parte del país que no quiere comprender quiénes somos.

Siempre hablamos de que buscamos nuestra identidad, pero al ver películas tan profundas como la tuya me da la impresión de que nuestra identidad está allí, y de que lo que nos falta es aceptarla... ¿Crees que estamos empezando a hacerlo?

El Perú es hoy un país que está dibujando su identidad, que la está creando desde abajo, desde la gente. Pienso que no hubo nunca políticas culturales, oficiales, para construir esa identidad. Todavía no tenemos ni ley de consulta previa, como tiene que ser, por ejemplo. Entonces, ¿de qué respeto a la identidad y a las otras formas de entender el progreso estamos hablando? Es increíble que después de tantas promesas, ni siquiera seamos capaces de consultarles a los peruanos qué modelo de desarrollo queremos. O que no tengamos una educación bilingüe real, ni medios de comunicación en otras lenguas, como el quechua. Con todo, creo que el Perú sí es un sueño posible.

¿Qué pensaste cuando estalló el incidente Martha Chávez y sus cuestionamiento al informe de la Comisión de la Verdad?

Que Martha Chávez pueda tener un cargo como el que pretendía es el mundo al revés, es como darle al lobo feroz a cuidar a los niños. Negar la historia es una de las peores enfermedades que puede tener un país. Un país se cura cuando reconoce su historia. Y la Comisión de la Verdad es un instrumento para conocerla. Esas posiciones solo esconden un profundo desprecio por los derechos humanos.

¿Sobre qué conversan el violín de Máximo y los zapatos de los Ballumbrosio?

Habría que preguntárselo a Máximo Damián. Esa secuencia es muy especial, es uno de los momentos que más me gustan de la película porque Amador Ballumbrosio vuelve a bailar, pero con el violín de Máximo Damián. Viene del otro lado, pero como sigue siendo, vuelve a bailar. Estas identidades del Perú también se tocan y se mezclan, son mestizas, no son conservadoras, se juntan, se abrazan.

¿Qué le canta el violín andino al mar de Lima…?

Quizás le pide lo que dice Máximo Damián: “cuánta agua, cómo me gustaría llevármela a mi pueblo para regar los campos”.

Qué le dice el violín en manos de un niño a la enorme ciudad iluminada que se ve desde uno de los cerros?

No sé qué le dice, pero me gustaría que le dijera que sí es posible construir un país diferente.

Por cierto, habrás notado que lo único que no sigue siendo de la película es el bar Juanito…

Esa es una tragedia nacional. Tan grave como que Martha Chávez lleve los derechos humanos en el Congreso.


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