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El transfuguismo visto por carlín.

El transfuguismo es una estrategia de sobrevivencia ante el colapso de los partidos

Publicado: 2013-08-18

Por Steven Levitsky.La República(Perú). La última ola de transfuguismo –la fuga de varios congresistas de la Alianza por el Gran Cambio y Perú Posible– ha generado mucha indignación. Han surgido, de nuevo, propuestas para legislar el fin del transfuguismo, castigando –hasta con la vacancia– a los que dejan sus bancadas.

No creo que funcione. No se puede legislar la existencia de partidos sólidos. Una ley antitránsfuga funcionaría como la prohibición del divorcio. Habría lealtades artificiales y transfuguismo encubierto: congresistas sentándose formalmente con sus bancadas originales mientras en realidad andan con otras. No cambiarían de bancada pero sí de discurso y voto. (¿O acaso van a obligar a los congresistas a votar con su bancada?)

El transfuguismo es feo. Mina la calidad de la representación legislativa. Pero ya no es algo excepcional (ni necesariamente corrupto), como lo fue cuando Montesinos compró 18 congresistas. Se ha vuelto una práctica generalizada en el Perú.

El transfuguismo es mucho más común de lo que se piensa. La gran mayoría de los políticos peruanos han cambiado de partido por lo menos una vez, y muchos han cambiado dos, tres, o cuatro veces. La salida de Enrique Wong de la bancada de PPK no es algo novedoso –es la sexta vez que ha cambiado de partido. El presidente regional de Tacna, Tito Chocano, ha cambiado de partido cinco veces. El campeón nacional del transfuguismo es Máximo San Román: ha sido candidato de Cambio 90 (1990), Obras (1995), UPP (2000), Solidaridad Nacional (2001), Restauración Nacional (2006), Movimiento Pachakutik (2006), Partido Alternativa Nacional (2010) y Alianza por el Gran Cambio (2011), 8 elecciones, 8 partidos.

San Román es un caso extremo, pero no es excepcional. De los 43 alcaldes distritales en Lima, 31 han pertenecido a por los menos dos partidos, y casi la mitad han pertenecido a tres o más partidos. El alcalde de Surquillo, José Luis Huamaní, es un ex aprista que ha sido electo con el fujimorismo, Solidaridad Nacional y Cambio Radical. El alcalde de Lurigancho-Chosica, Luis Bueno, ha sido electo con AP, Somos Perú, Unidad Nacional y Cambio Radical. El ex alcalde de Villa El Salvador Michel Azcueta ganó su fama como militante de Izquierda Unida, pero luego fue candidato por Somos Perú, Perú Posible, Confianza Perú, y APP. Su ex compañero Jaime Zea saltó con él de IU a Somos Perú, pero luego pasó a UN y a Restauración Nacional. Hoy “milita” en el PPC.

En realidad, los tránsfugas no son militantes de los partidos que dejan. Cinco de los seis congresistas que fugaron de PP entre 2011 y 2013 fueron invitados o recién afiliados. ¿Wuilian Monterola acaso traicionó a Perú Posible? Se afilió en 2011. En las elecciones anteriores, fue candidato del fujimorismo.

El transfuguismo se ha convertido en una regla básica de la política peruana. Fuera del APRA, la vieja guardia fujimorista, y un grupito de pepecistas, todos los políticos lo hacen. Y lo hacen porque es la única manera de mantener una carrera política en una democracia sin partidos. En otras palabras, el transfuguismo es una estrategia de sobrevivencia ante el colapso de los partidos.

Todos los políticos son ambiciosos, en el sentido de que buscan, sobre todo, ganar elecciones y mantenerse en el poder. Son así no solo en el Perú sino también en Canadá, Estados Unidos y Suecia. La diferencia es que los políticos gringos y suecos saben que pueden sostener una carrera dentro de un solo partido. Saben que la marca partidaria tiene un valor que se mantendrá a través del tiempo. El Partido Republicano gringo y el Partido Social Democrático sueco no van a desaparecer o caer de 40 a 2 congresistas en una sola elección. Si sé que mi partido seguirá siendo una “locomotora” efectiva, no tengo que pensar en el transfuguismo. De hecho, la lealtad partidaria me conviene.

Los políticos peruanos no tienen ese lujo porque sus partidos no duran. La mayoría son listas personalistas que duran mientras su líder sea un candidato viable y luego desaparecen o se convierten en partidos marginales. La vida efectiva de los partidos peruanos es muy corta. ¿Cuánto duró la vida efectiva del FIM, la UPP o Somos Perú? ¿Por cuántos años más durarán Perú Posible, Solidaridad Nacional y Alianza Para el Progreso?

En un contexto así, donde los partidos surgen y caen con frecuencia, los políticos que quieren sostener una carrera no tienen alternativa que saltar con la misma frecuencia, dejando los partidos en caída para los que están en ascenso.

El transfuguismo, entonces, sigue una lógica clara. Para ser electos (objetivo que, vale la pena repetirlo, no es peruano sino universal), los políticos peruanos necesitan una locomotora, una lista encabezada por un candidato viable. Cuando esa locomotora deja de ser viable, los políticos tienen que buscar alternativas. Perú Posible sufrió una ola de transfuguismo entre 2001 y 2006 porque todo el mundo sabía que no iba a ser viable en 2006. La UPP sufrió una fuga de congresistas entre 2006 y 2011 porque, al romper con Humala, perdió su locomotora. Ahora PP y el PPC sufren deserciones porque sus locomotoras se malograron (PP) o decidieron quedarse en la estación (PPC). (El fujimorismo, en contraste, no sufre transfuguismo porque su locomotora lidera las encuestas.)

El problema de fondo, entonces, no son los tránsfugas sino la inexistencia de partidos. Donde los partidos colapsan cada 5 o 10 años, la vida política se convierte en una búsqueda permanente de la próxima locomotora. Los políticos criollos no son más ambiciosos, traicioneros o vagos que los políticos suecos. Pero como no tienen partidos estables, tienen que convertirse en tránsfugas para lograr el mismo objetivo que los suecos: una carrera política exitosa.

Guste o no, el transfuguismo es el “nuevo normal” en el Perú. No hay ley que lo elimine. No se puede legislar la lealtad partidaria donde no hay partidos. Y como los partidos son difíciles de construir, es probable que el transfuguismo –como la separación donde se prohíbe el divorcio– siga existiendo, de alguna forma u otra, para rato.



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