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periodista español Raúl Riebenbauer. foto La república.

“Recordar no es vengar: es poner las cosas en su sitio”

Entrevista a Raúl Riebenbauer, periodista y escritor. Autor de El silencio de Georg.

Publicado: 2013-08-22

Por Maritza Espinoza.La República(Perú). 

Me cuentas que buscas incansablemente el mejor café expreso del Perú. ¿No serás un poco obsesivo? 

Si el primer capítulo de El silencio de Georg se titulara de otra manera podría decir que no. Sí, soy una persona que puede ser obsesiva. De hecho, el primer capítulo de mi libro se titula La obsesión. Soy una persona que una vez que trata de conseguir algo, lo persigue hasta las últimas consecuencias.

¿No es extraño que tu obsesión naciera de una mirada en una foto?

Bien extraño, incluso para mí. Eso se dio hace 18 años y todavía no tengo la respuesta de qué es lo que me atrapó de aquella mirada, de aquella fotografía, de aquel hombre (Heinz Ches), cuya identidad estaba suspendida en el limbo de la amnesia histórica de España.

Me imagino que hay miles de personajes como él en esta guerra y en otras...

Desgraciadamente, esta historia es universal, ha ocurrido aquí en el Perú, donde hay miles de desaparecidos cuyas identidades han desaparecido. Sigue ocurriendo y desgraciadamente seguirá ocurriendo. ¿Por qué esa historia me atrapó de esa manera? No lo sé.

¿No has tratado de buscar explicaciones que vayan más allá de lo casual?

Sigo tratando de buscar esas explicaciones. Pero me doy cuenta de que el Raúl que entró por una parte del túnel de este proceso es distinto del Raúl que salió por la otra parte. Ahora sí me siento una persona irremediablemente comprometida con el deseo de colaborar en la denuncia de las injusticias.

Y esta es la historia de una injusticia.

Es la historia de la pérdida de una identidad que la propia historia de España tritura y envía al olvido, porque era un personaje secundario con dos ejecuciones. Al mismo tiempo, es la historia de una injusticia: la de una persona cuya vida fue utilizada para complementar otra ejecución, para dar una lección de dureza por parte de la dictadura.

Lo curioso es que nada en esa historia tiene vínculo personal contigo, ¿o sí?

Algo me conecta con esta historia y con otras, obviamente, para que las persiga. Hubo mil momentos en el proceso de búsqueda en que lo lógico hubiera sido que la abandonara por pura supervivencia emocional o económica o porque la misma historia o la propia búsqueda me iban a triturar.

¿Quién eras antes de esa búsqueda?

Supongo que alguien que se estaba buscando también. Yo he sido siempre una persona luchadora, creativa, pero al mismo tiempo alguien que se ha perdido en varios momentos. Por ejemplo, a los 30, 31 años acabé viviendo en Marruecos en mi proceso de búsqueda. Siempre he sido un buscador de mí mismo. Yo creo que, a través de este libro, por el período tan largo que ocupó en mi vida, estaba buscándome también.

¿Qué renuncias te ha costado esto?

He sentido dolor en este proceso, en el propio nacimiento de la escritura. Este proyecto, en un momento, estuvo a punto de convertirse en un largometraje documental...

Que te arrebataron, entiendo…

Sí. Y habría sido mi primer largometraje documental. Por lo tanto, ese mismo instante de vértigo, de vacío, ese desgajo, ese dolor que sentí, ese abismo que se plantó ante mis narices fue el motor de arranque de la escritura.

¿Eso te enfrentó, por primera vez, a la injusticia en carne propia?

A mí me leyeron mi propio destino, sentados al otro lado de una mesa, los tres socios productores y su ayudante. Me leyeron mi despido como se lee una sentencia. Yo era el autor y el dueño del proyecto, pero ellos encontraron la brecha legal para apropiarse de mi trabajo.

¿Fuiste ingenuo?

Fui obligado a aceptar aquellas condiciones que, en unas condiciones adversas, iban a ser su brecha legal para apropiarse. No fui ingenuo. Digamos que ellos fueron demasiado perversos.

La palabra que define tu libro es obsesión. ¿También memoria?

Cuando yo empiezo esta investigación, los tribunales militares depositarios de este caso me niegan el acceso. Ahí me di cuenta de que había una amnesia. Que en el 95, 20 años muerto Franco, un periodista no pueda acceder a un archivo militar de la dictadura quiere decir mucho.

Se entiende que recordar sea incómodo para los responsables, pero en el Perú vemos que también incomoda a la gente común. ¿Por qué?

Sobre todo se niegan a recordar quienes no han sufrido en su piel, en su carne o en la de su familia, el dolor… Es decir, aquellos cuyos hijos no han sido despedazados por miembros del ejército o de Sendero Luminoso o el MRTA. Pero, ¿y si yo he sido víctima? Recordar no es vengar: es poner las cosas en su sitio.

Cambiando de tema: ¿qué te enganchó con el Perú?

Digamos que razones personales que conviven con una situación realmente compleja en España. No es fácil regresar allá en estos momentos y acá en el Perú me puedo sentir afortunado por la acogida, que no es equiparable a la acogida que los europeos y españoles les hemos dado a peruanos, bolivianos o ecuatorianos, durante muchos años…

¿Ya tienes una nueva obsesión?

Hay nuevos caminos y tienen que ver también con la memoria peruana. Me gustaría poder indagar también en ese universo de esta amnesia que planea sobre la historia de este país.

LA FICHA

Nací en Valencia (España) hace 44 años. Tenía 24, cuando me crucé con una mirada en un periódico. Era la foto de Heinz Ches, un polaco que, en realidad, era Georg Michael Welzel, un alemán que la dictadura franquista ejecutó en 1974 para confundir a la opinión pública. Desentrañar su historia se convirtió en mi obsesión y así nació mi libro, El silencio de Georg, que el Fondo Editorial de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas acaba de publicar aquí en Lima, donde vivo hace un año.


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